Ni podía sentir el rose de sus manos,
No sabía de su estancia en mi vida,
Ni que deseaba cenar conmigo,
No sabía que cada día salía por mí,
Y que en las noches regresa conmigo,
No sabía de su amor incondicional,
Ni de las obras que en mi hacia sin preguntar,
No sabía de su morada,
Ni que necesitaba su cabeza recostar,
No sabía que siempre deseo conmigo conversar,
Ni que en las mañana me escucha hablar,
Aprendí que se llama Jesus,
Aprendí que le podía hablar,
Que le podía pedir,
Le podía decir lo que sentía y lo que siento.
Le podía contar mis deseos y mis anhelos.
Descubrí que su sonrisa se hacía eterna
Y que no buscaba más de allá de mi atención,
Que solo quería mi compañía aunque nunca la necesito.
Más ahora que vive en mí
Puedo decir que más que aun Padre,
Más que un amigo, más que un hermano,
Me he ganado un Rey y que su reino soy yo.